martes, 19 de febrero de 2008

Cuentos Pierre Trillos

La Sulamita.
Desde la penumbra mis ojos se deleitan al ver su figura torcida entre las sabanas de nuestra cama, asertivos movimientos centran mis pupilas, las hacen esforzar para descifrar una vez mas lo que guarda el ropaje, mi corazón se acelera al ver su rostro aún dormido, el contorno de sus labios me extasían, y el revuelo de sus manos buscando esconder lo que la noche develó, movimiento instintivo de las mujeres al querer guardarse aún de la mirada furtiva, el aroma de su cuerpo sale cual raudo manto de delicadas flores, impávido, absorto y quedo se torna mi cuerpo, antes rígido por el escenario de beldad que lo atormentaba al no acceder a ser revelada su ubicación, pero trémulo me puse cuando su boca pronunció otro nombre, entró con rapidez por mis oídos, penetró hacia mis tímpanos, descansó sobre el martillo avasallador que le ordenó a mis cerebro fingir no haber sido herido, sus ojos se encontraron con los míos, intercambiaron significados que sólo ellos conocían, me quedé aún en el limbo hermenéutico, librando con agonía el significado de esa mirada, que en lo profundo era revelada en el fondo de mi corazón.
Era un día soleado, sonó el timbre anunciando que alguien tocaba la puerta, bajé del diván rojo que guardaba secretos sólo confiados a él, volvió a sonar aún mas fuerte el timbre, abrí despacio, un funcionario de Servientrega me saludó cordialmente; Doctor cómo está, buenos días!, Buenos días le contesté, sacó un sobre, confirmó mi nombre, dijo; Firme aquí por favor, quedé petrificado, cerré la puerta sin percatarme de no haber firmado, el joven volvió a llamar a la puerta, me preguntó; Pasa algo doctor, se siente bien?, Si, gracias, contesté, era ella la que me escribía, había pasado un año, desde aquella mañana, era su letra, era su aroma, por fin me atreví a ver el remitente, sudaba, sentía que me ahogaba, mi respiración se aceleraba, mis ojos se llenaban rápidamente de lágrimas y un llanto agobiante me embargó, mis rodillas cedieron poco a poco. Hasta quedar postrado, el aroma del sobre entraba y hacía vibrar mis entrañas, tomé el sobre entre mi pecho, lo sujeté fuertemente, como queriéndolo dejarlo escapar a la vez, sus ojos aparecieron en mi recuerdo, penetré en sus pupilas, atravesé el iris, escarbé en su corazón, para indagar porqué me había engañado, si por ella mi ser suspiraba, le había entregado mi vivir, en función de ella vivía, no sé, que pasó, no me lo explico; me reincorporé, con pasos titubeantes avancé hacia el diván.
La avenida Roosevelt yacía en su furor, transeúntes por doquier, un carro rojo frenó abruptamente al no percatarse que me atravesaría , improperios salían cual ráfagas de la boca de un imbécil, al cual no quise mirar, sin embargo gritó diciendo; ¡así es que andan los hombres cuando la mujer lo cachonean!!, hizo detenerme de sopetón, estaba buscando la dirección de ella, no había querido leer lo que me escribió, el vehículo seguía allí, el conductor parloteaba con una fufurufa en la calle, de algo le había servido detener sus palabras, el cachoneaba a su mujer con ella, pero bueno yo no lo hice. Seguí caminando buscando la dirección, entré en una botica para comprar una aspirina, pedí seguidamente una botella de agua, de la cual bebí despacio, esperando con cada trago mitigar la sed que nunca iba a disipar. Recordaba cuando nos encontrábamos en el diván, cómo ella tomaba mis manos y las dirigía hacia su cintura, con una mueca en su boca de incitación, su mirada era perversamente mágica, se me acercaba invitándome al frenesí, sus pechos eran frambuesas al paladar, su ombligo nacía un poco mas allá, me decía continuamente que me amaba, que era suyo y que íbamos a morir llenos de días, acompañándonos al caminar, de tumbo en tumbo hasta la vejez, le creí, me sacudían, siguieron sacudiéndome, hasta que me percaté que era el hombre del carro, Hombre en que piensa, lo veo perdido!!! Interrumpió mis pensamientos, casi le meto la defensa del carro por el culo y todavía sigue pensando porqué le pegaron cachos, no sea güevón hombre, seguía hablándome, yo decía nada, mis ojos se abrían como tratando de asimilar porqué y cómo un desconocido pensaba que a mí me habían adornado la frente, es que se me notaba? A mi me sucedió lo mismo, insistía en entablar conversación conmigo, me enamoré perdidamente de la mamá de mis hijos, pero ella se fue con el carnicero del pueblo donde vivíamos, me escribió un tiempo después pidiéndome que la perdonara, que ella iba a cambiar, le había ido mal, me confesó que había perdido el hombre de su vida; le interrumpí, preguntándole, usted le perdonó?, Sí hombre, le perdoné me contestó. Surgió en mi la pregunta debería perdonarla?, el infeliz seguía hablando, sí, le perdoné porque le amaba, mis niños preguntaban por ella a diario, cuándo volverá nuestra madre, papá, porqué se fue, eran interrogatorios de nunca acabar, cómo podían ellos saber que teníamos problemas en la intimidad, eso era…Bueno no es mi caso, a mi me funcionaba todo de maravilla, pensé, recordaba…estaba ella en el diván, descansaba plácidamente, llevaba ceñido un corpiño negro, a un lado en la mesa auxiliar la copa tallada traída de nuestro viaje en Alemania, en un altar que daba hacia la pared, sostenido por un apoyo torneado en ciprés, se erguían sus largas piernas, que abiertas invitaban al amor, sobre su vientre uvas que bailaban al compás de la brisa decembrina, y en su mano izquierda testigo de nuestro amor el anillo en que tanto invertí mis sueños, en su muñeca danzaba una esclava labrada a mano por el maestro Polo, vieja leyenda de nuestros años mozos, el mismo que había trabajado en la casa del historiador Don Ramón de la peña, museo romántico del departamento, cuando sintió el timbre que por el primer impulso sólo se dejaba oír, pero iba acrecentando su sonido en la medida que el visitante lo volvía a tocar, se levantó del cómodo sillín, pensando quién podrá ser a éstas horas, trató de ver por el ojo mágico, sin embargo no veía quien tocaba, se acomodó las manos para tapar su busto, abrió con sigilo la puerta, viendo a un visitador médico, quien saludaba con respeto conociendo de antemano que la dueña de la casa, la esposa del Doctor se podría encontrar en ella, le dijo, buenos días señora, cómo está usted? A lo cual respondió, en qué puedo servirle señor? Acomodándose el pantalón le respondió que estaba buscando al Doctor, si podía pasar para esperarlo, ella dudó por un instante, sin embargo le permitió seguir, mientras ella le mostraba el camino, él percibía cada movimiento de sus caderas, seguía con su mirada el compás de las nalgas que subían y bajaban, armoniosamente, pensando para sí, el Doctor come bien, sin perder el hilo de sus pensamientos, atinó de soslayo ver su escote, mas bien el contorno de sus bustos, era asombrosamente hermosa, quien no al verla podía pasar por alto escultura de mujer tan hermosa y sola? habré tenido la culpa que ella me dejará? Pero si sólo me hubiera dejado, me cambió por otro, se marchó con otro hombre, me doy cuenta que no fue mi virilidad, le atendía bien cuando lo ameritaba, es decir, cuando debía, bueno , eso pensaba hasta el momento, éste cabrón por lo menos no le funcionaba y por ello su mujer se fue con el carnicero, vaya que vida tan difícil, con un carnicero, que decepción, porque no le funcionaba, no era mi caso, no había sucedido así, ella se inclinó para acercarle una silla al visitador médico, él con un sentido de formalidad no quiso verla a los ojos inmediatamente, mostrando con su comportamiento que era un hombre respetuoso de la mujeres casadas, formal, si, distante, para inspirar confianza, si, él sabia que podría encontrarla sola, ¡que bonita era!, ¡que bien olía!, sus movimientos eran de felina, su cintura se veía descubierta, el visitador vacilaba para hablar, le increpó, en que podemos servirle, podemos, se preguntó el visitador, porque invita tácitamente a su marido, si no está, se preguntaba y pensaba, ése imbécil de mierda, será que se siente intimidada, le gustaré tanto que me cita al cabrón de su marido anticipadamente? , le respondió que había planeado desde hacia una semana una visita por el sector, que el doctor le había recomendado visitarlo a principio de diciembre, en aras a planear las compras para inicio de año, rápidamente paneó el área, descubriendo la botella, las uvas y su mente maquinó cantidades de posiciones al ver el Diván, valla, el diván, mi diván, maldito atrevido, perturbador y aprovechado, ladrón de corazones, encantador de serpientes, eufemismos candorosos para ese gran hijo de puta. ¡ No! le contesté al conductor, no le voy a perdonar, usted mismo me está dando la razón, a pesar que usted le perdonó, volvió a abandonarlo, corazón de mujer, hasta dónde pueden llegar, apuré el último trago de agua, empinándome la botella, la bajé en el mostrador de la botica, como si fuera un vaso de whiskies que terminaba, el conductor me miraba, atónito por mi semblante, me sentía herido, sangrando, me dolía el alma, sentía que se desgarraba mi piel, que inmisericorde es la vida, traté de leer nuevamente la dirección, estaba perdido, las luces de la calle me desorientaban, había mucho ruido, carros pitaban, gritos, arengas por doquier, luces que anunciaban la navidad, veía como familias completas caminaban riendo felices por algún comentario locuaz de alguno de ellos, parejas con bolsas de compras iban y venían, sentirse solo, ver que cambió mi forma de percibir la vida, la dependencia tan grande que tenía hacia la que fue mi mujer era mayúscula, no había podido disfrutar posterior al rompimiento de cada construcción de realidades seguidas unas de otras, vivía, sí, pero no había podido descifrar un nuevo concepto de vida, aún me inclinaba por arrebatarle al destino, la vida que sentía me habían usurpado, cómo es la vida en su conjunto, desde la holística?, cruel!, despiadada,! Compleja!, qué es la felicidad, si no momentos cubiertos o seguidos de otros momentos en que somos servidos por el universo, con la magistralía que esperamos,? es identificar el marco de referencia recibido por vía cultural o por vía consuetudinaria, porqué me siento abandonado, porqué no quiero ser capaz de vivir mi vida sin ella?, el apego a su figura, a su compañía, a lo dulce de su trato, Sí, eso es, yo mismo vengo trabajando con la herramienta de la pedagogía, vengo construyendo mi propia realidad, vengo interpretándola, descubro mis necesidades almáticas, que vacios poseo, charcas grandes y pantanosas desde mi interior se muestran, envían señales a cada célula, afectando el metabolismo, o será la percepción? No me canso de reflexionar sobre la problemática que me aqueja, o que veo existe en mí, recordaba que en el inicio de la creación, Dios creó a Eva de Adán, según el libro llamado biblia, pero Dios creó a Adán primeramente, si Adán fue creado por la mano de Dios e infundió su aliento de vida, dándole un alma, y Eva surgió de una costilla, cómo fue Eva tan perversa de haber llevado a Adán hacia la muerte? Diablos!!!! Hasta con la biblia me meto, estoy llegando a la locura, mi cabeza no deja de pensar, todo me da vuelta, estoy cansado, quiero dormir, quiero dormir, todo es confuso, tengo migraña, o creo tenerla, no lo sé a ciencia cierta, escalofríos recorren mi cuerpo, me descubro tenso, debo tranquilizarme, debo ir por ayuda profesional, para eso ellos estudian, aunque en la facultad decían que los Psiquiatras son médicos que no pudieron curar el cuerpo, y cómo iban a curar el alma?, pero lo necesito, debo entregar el peso que me asedia, ésta carga que no se sabe cómo se lleva, si en el hombro de el alma o dentro de ella, qué era mas importante para mí, mi cuerpo o mi alma pero quién sufría, mi cuerpo o mi alma, quien era yo, a quien había abandonado, si el alma seguía viviendo después de la muerte? Qué había aborrecido ella? mi forma de ver el mundo o cómo me veía ella a mi?, bueno debo descansar, Taxi, taxi, extendí mi mano para solicitar el servicio, se detiene, me subo al vehículo, entro en él, el conductor me pregunta, hacia dónde lo llevo señor?, le indico que a el rincón de la cayena, asiente e inicia la marcha.
Abro mis ojos en medio de la oscuridad, trato de identificar si me encuentro despierto o si estoy en otra dimensión, puedo ver mi cuerpo estirado en el diván, mis pupilas se mueven rápidamente de un lado a otro, jamás había experimentado un estadio como éste, mis fosas nasales abren y cierran como si mis pulmones presentaran hiperventilación, los pálpitos de mi corazón son fuerte, los puedo sentir, casi escuchar, la noche es mas oscura que de costumbre, busco dentro de mi, indagando el motivo u origen del trance, se apodera una desesperación por abrir los ojos, por despertar, por salir de esa oscuridad, una salamanqueja se aferra al techo, me ve indefenso y a mi suerte, su cuerpo negro y su cabeza marrón se mueven y no puedo yo, el aire me falta, que desespero abismal, los músculos no responden a mis órdenes, estoy a su merced. Ella empieza a hablarme, con voz queda y casi tocándome la aurícula de mi oreja me dice que me ama, que soy su único dueño, pienso que vuelvo a creer en sus cuentos, deseo negarme a creerle, quiero decirme a mi mismo que es una trampa, que no sucumba a ella, pero mi ser está embelesado, no quiero escucharme, me importa nada, su voz me fascina, me gusta, es un goce sádico, perturbador, siento que me puedo desarrollar cuando quiera, en cualquier momento, goza en que me haya encontrado en nuestro diván, su color, textura, posición, su alma, para mi, (lo descubría ahora), el diván estaba vivo, tenía dentro de si el espíritu de la que fue mi mujer, su hechizo era constante, porqué debía ser el que había cedido a sus pretensiones, si sabía que era malvada…
Por; Pierre Trillos B